Diseño, arte, artesanía y en general, toda manifestación que al ámbito de la creatividad concierne, constituye un lenguaje, cuyo objetivo no es otro que comunicar emociones. Algo imposible de conseguir si en ello no se pone el alma, pero lo cierto es que, cuando se logra, resulta muy fácil llegar. Puedo afirmarlo por propia experiencia, soy afortunada… Los seres humanos sin excepción, somos receptivos a todo aquello que nos sugieren los sentimientos íntegros expresados con honestidad.
Hay una frase inspiradora, certera y muy bella que dice «ser artesano es curar el alma con las manos”. El trabajo artesanal es único, puro, personalizado y además, con atención al detalle, todo ello le otorga un valor incalculable. Cuando se logra que la artesanía forme parte activa en el proceso del diseño, éste adquiere connotaciones sensibles y humanas.
Durante décadas el mercado ha encontrado en la producción de diseños en serie, el modo mas eficaz y rentable de satisfacer la demanda de un consumo desaforado. Ahí lo dejo, dado que ni es el tema que directamente me ocupa, ni soy yo experta en esas lides. Pero este hecho bien puede servirnos para entender por qué tradicionalmente, la artesanía se ha visto relegada a la categoría de arte menor, pudiendo conservar solo el aura mística de lo ancestral, trabajado y único.
Los tiempos evolucionan, por suerte en este ámbito soplan vientos favorables; es indudable que asistimos a un fenómeno en auge encaminado a invertir esa tendencia. El diseño, el mismo que en su relación productiva y mercantil, contribuyó al destierro de lo artesanal, ha entendido por fin que debe restituir a la artesanía – en nuevo modo y forma – el terreno que a lo largo de décadas le había usurpado.
Cada vez somos más conscientes del valor que la artesanía aporta al mundo del diseño. Como consumidores, ya no solo apreciamos la exclusividad de los productos – inasequibles para la mayoría – creados por las grandes firmas, sino también la que deriva de las creaciones artesanales. Por fin hemos llegado a comprender el potencial sensible que encierran; su capacidad de comunicar experiencias emocionales, vitales, de evocar momentos, recuerdos, de provocar infinidad de sensaciones…
En definitiva, actualmente ambas manifestaciones creativas; artesanía y diseño, constituyen un maravilloso tándem, tan necesario como útil. De ahí que cada vez adquiera mayor visibilidad y notoriedad.
«Vosotros, cuyas manos hacen aquellas cosas que deberían ser obras de arte, debéis ser todos artistas, y buenos artistas además, antes de que el público en general pueda sentir un interés real por tales cosas; (…) el artesano, dejado atrás por el artista cuando las artes se separaron, debe ponerse a la altura de éste, debe trabajar codo con codo con él…
Para ilustrar este post he elegido mi última cruz. He elaborado más de doscientas diseños de cruces diferentes, pero solo ésta, creada hace poco más de un mes, continua aun en mis manos. Su nombre “Cruz sobre fondo verde y ámbar”. Quizá os preguntéis el por qué de tal elección, la respuesta es sencilla. Soy diseñadora, artesana, me gustaría creer que también un poco artista…, así que considero que todas mis piezas llevan mi impronta. Pero mis cruces, además, me devuelve de un modo especial a una infancia en la que sentía auténtica fascinación por aquellos mercadillos abigarrados de creaciones coloristas, tan bellas, tan ingenuas, tan autenticas… Era imposible no conmoverse.
Esta pasión comenzó antes de que yo supiese que aquello se llamaba artesanía, también ignoraba que aún tendrían que pasar muchos años, hasta que se llegase a entender el valor que atesoraban todas aquellas pequeñas obras únicas. Más tarde empecé a interesarme por el diseño, como modo de dar rienda suelta a mi creatividad, pero siempre con la ilusión y el deseo de poder conciliarlo con el hacer artesano.
“Cruz sobre fondo verde y ámbar” está disponible en mi Tienda Online. En la cabecera de este post y a pie de texto he dejado el enlace, por si sientes curiosidad, pinchando accederás a su descripción y precio.